jueves, 24 de febrero de 2011

La gran ciudad

Como hombre de provincias que se podría decir que soy, reconozco que no me gusta demasiado la gran ciudad (entiéndase Barcelona) y por tanto evito en la medida de lo posible desplazarme a ella.

En cualquier caso, cuando la visito me sorprenden hechos que muy probablemente están a la orden del día y pasan desapercibidos para los urbanitas habitantes de la capital autonómica.

De entre estos hechos, destacaría sin duda el contraste entre el gran bullicio y proximidad de las personas (en lo que al espacio físico se refiere) y la impersonalidad que entre ellas reina. Cuanto más rodeados de gente estamos, más somos presa de la soledad.

Mientras me hacía a mí mismo esta reflexión, me he sorprendido observando como, a escasos metros del banco en el cual esperaba sentado a un amigo, un hombre rebuscaba con energía en los contenedores de basura. Al lado del señor, una mujer custodiaba un carro de la compra con algunos cachivaches en su interior, mientras esperaba algún resultado fructífero de la inspección de su acompañante.

A todo esto el tráfico, tanto de personas como de vehículos, ha continuado imperturbable. No he podido evitar entristecerme al ver como el hombre le tendía a la señora una bolsa de plástico con barras de pan duro en ella, y como la mujer las ingería con avidez.

Pero lo que de verdad me ha dolido ha sido comprobar como, frente a esta imagen, ante este hecho, todos actuamos con normalidad, alienados, enajenados, aceptándolo con mezquina naturalidad.

Finalmente, he llegado a la conclusión de que la escena que me mostraba esta pareja no era la imagen de su miseria, sino de la nuestra.

3 comentarios:

Unknown dijo...

Com puc observar tens tota la raó en dir que no hi vas gaire x la ciutat, en aquest cas Barcelona, perquè en un detall com aquest,(tan dur de vuere i tan difícil d'entendre que al segle que estem estigui passant), una persona que hi va diàriament no s'hi fixa, ni se'n adona, és la individualitat de la societat, com tu deies al principi, sembla que quan més rodejat de gent estàs més sol et sents, vas més a la teva, ningú et molesta, menys et fixes amb el que tens al teu costat.
Segurament al costat d'aquestes persones que et vas trobar segur que hi havia tot de gent mirant-se a si mateixos, els seus Iphons, els seus super rellotges o bambes. Crec q podríem entrar en molts debats, tant en com som les persones, que ens quedem indiferents davant aquest fet, com quin govern tenim que ho permet,.. però en definitiva tothom seguim mirant-nos el melic i caminant amb pressa cap a qualsevol lloc naturalment molt més important.

Ptons d'una enamorada de la ciutat!!

Anónimo dijo...

Noemi G Mariscal.
Será verdad que vienes poco, porque los que vivimos aquí (los que pagamos pisos pequeños a precios grandes) estamos tan acostumbrados a estas escenas que ya ni nos inmutamos.
Es verdad que pena y verguenza debería darnos, pero al ser ya la norma pierde significado, nos insensibiliza.

Trabajo al lado de la Sagrada Familia y son tantas las cosas que veo cada día; tantas carreras de chicas rumanas con una carpeta en la mano y un bolso japonés en la otra (se que es japones porque al poco se ven nipones corriendo detrás de ella y gritando -aunque flojito-), tanta gente tullida pidiendo dinero, traídas por las mafias y colocada en la misma esquina cada día como si fuera su lugar de trabajo, que ya cierras los ojos y hacer grande el estómago.
Porque, querido amigo, para poder seguir resistiendo las duras envestidas de este ineficaz sistema capitalista, debes mirar al frente, fijamente y sin desviar la mirada,y rezar (aunque sabes que a nadie)para que ni tu ni tus hijos os veais en esta siuación.

Por cierto, tal vez soy un bicho raro, pero adoro la sensación de bajar por una calle muy transitada, llena de gente y ruido y disfrutar de mi soledad y del anonimato que te da la multitud.
Un abrazo

Omar dijo...

No queda mucho que añadir a lo dicho por las compañeras de arriba: aquí otro urbanita bastante insensibilizado a base de experiencia. Aún así, hay cosas que despiertan nuestra conciencia... pero son las menos. Hay que intentar seguir con la sensibilidad a flor de piel, a pesar de los palos.

Un abrazo!